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"NO HAY QUIEN BUSQUE A DIOS" "TODOS SE DESVIARON, A UNA SE HICIERON INÚTILES"

"NO HAY QUIEN BUSQUE A DIOS" "TODOS SE DESVIARON, A UNA SE HICIERON INÚTILES" UN TREMENDO COMPARTIR DEL FRAILE MARTÍN LUTERO, PRESTEN MUCHA ATENCIÓN QUE ES REALMENTE MARAVILLOSO, DISFRÚTENLO:​

Esto vale tanto para los que manifiestamente no buscan a Dios, como también para los que lo buscan, o mejor dicho que creen que están buscando. Pues el hecho es que no lo buscan del modo como Dios quiere ser buscado y hallado, o sea, mediante la fe, humildemente, y no por medio de la propia sabiduría, presuntuosamente.

Así como la declaración "No hay justo, ni aun uno" ha de aplicarse a esas dos clases de hombres: a los que se apartaron del camino por el lado izquierdo, y a los que se apartaron por el lado derecho, así hemos de hacerlo también con las otras dos afirmaciones del apóstol: "No hay quien entienda"; "No hay quien busque a Dios": Se aplican a los que se apartaron por el lado izquierdo, pues éstos no son justos, no entienden, no buscan a Dios, por falta de interés y empeño; y se aplican a los que se apartaron por el lado derecho, pues éstos se exceden en su interés y empeño: son demasiado justos, demasiado entendidos, demasiado buscadores de Dios, y por eso no hay quien pueda hacerlos cambiar de opinión y corregirlos, como dice también un poeta cómico: "¿No es que llegan con su afán de entendimiento a un punto tal que ya no entienden nada?" Del mismo poeta es este otro dicho: "La máxima justicia es a menuda la máxima necedad", y más que necedad: la máxima injusticia, si uno se aferra obstinadamente a su opinión y no cede un paso a quienes sostienen algo diferente. De ahí viene también el dicho popular: Weiss Leut narrn groblich- "cuanto más sabios los hombres, tanto más crasos sus desvaríos". El apóstol dice en primer lugar "No hay quien entienda", y luego "No hay quien busque a Dios", porque el buscar y actuar presupone necesariamente el entender. El "buscar" requiere dedicación y acción; pero éstas no se producen sin previo entendimiento.

Por esto, los impíos de la izquierda carecen de entendimiento porque en su vana concupiscencia se dejan obcecar por cosas visibles. Los impíos de la derecha a su vez carecen de entendimiento porque su mente está como trabada por la sobreestimación de su propia sabiduría y justicia, con lo que ellos mismos se obstruyen el camino de acceso a la luz divina. De lo dicho en cuanto a estos dos tipos de impíos se desprende, por tanto, que el hombre es llamado propiamente un hombre "justo" si es entendido, y si busca a Dios guiándose por este entendimiento que acabamos de describir. De otra manera, un entendimiento sin búsqueda de Dios es un entendimiento muerto, y por el contrario. Un hombre es impío si no tiene entendimiento ni busca a Dios. Por esto es que el apóstol puso al frente la declaración: "No hay justo"; y como para explicar que implica "no ser justo" dice: no tiene entendimiento ni busca a Dios.

El entendimiento de que habla aquí el salmista es la fe misma, o el conocimiento de cosas que no se pueden percibir con la vista sino sólo con la fe. Por eso es un conocimiento en lo oculto, porque tiene que ver con cosas que el hombre no puede conocer por sus propios medios, como leemos en J n. 6: 14, donde Cristo dice: "Nadie viene al Padre, sino por mí", y en Jn. 6:44: "Ninguno puede venir a mí, si el Padre no le trajere". Y a Pedro le dice: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt. 16: 17). ¿Cómo, pues, habrían de conocer estas cosas los impíos de la izquierda y los sensualistas, que sólo asignan valor a lo visible? ¿Y cómo habrían de conocerlas los impíos de la derecha, que toman en cuenta y ponderan sólo su propia opinión? Ambos se cierran el camino arrojando en él obstáculos sacados quién sabe de dónde, de modo que no pueden llegar a la luz de este conocimiento.

El anhelo empero que el hombre tiene de Dios, o su búsqueda de Dios: ¿qué otra cosa es sino el mismo amor que Dios tiene a los hombres, que hace que nosotros anhelemos y amemos lo que el entendimiento nos dio a conocer? Pues aunque lo entendamos y creamos: sin la gracia de Dios, el hombre no es capaz de practicar con gusto lo que ha llegado a creer y entender. Por esto, el apóstol dice muy acertadamente: "No hay quien busque a Dios". En efecto: la vida en esta tierra la pasamos no como quienes ya poseen a Dios, sino como quienes lo buscan. Siempre hay que buscarlo y preguntar por él, quiere decir, buscarlo una y otra vez, siempre de nuevo, como dice en el Salmo 105:4: "Buscad siempre su rostro", y en el Salmo 122:4: "Y allá subieron las tribus etc." Así avanzamos de poder en poder, de claridad en claridad, hacia una misma conformación final. Pues no el que hace un comienzo y se pone a buscar, sino "el que persevera" y sigue buscando "hasta el fin, éste será salvo" (Mt. 10:22), sí, éste: el que comienza y busca siempre de nuevo, y siempre de nuevo vuelve a buscar lo buscado. Es así: el que no avanza en el camino de Dios, retrocede. El que no busca, pierde lo ya buscado, porque en el camino de Dios no cabe el quedarse parado. Y como dice San Bernardo: "En cuanto comenzamos a no querer ser mejores, dejamos de ser buenos".

Aquellas palabras del Salmo bien pueden aplicarse a los impíos de la izquierda; pero no hay dudas de que hablan ante todo de los impíos de la derecha. La primera clase raras veces yerra tan profundamente como para que "digan en su corazón: No hay Dios (Sal 14:1)". Tienen conocimiento de Dios y de lo que Dios manda. Pero con su misma manera de vivir expresan a las claras su convicción de que "no hay Dios". No es verídico lo que dicen las Escrituras; luego no hay verdad, ni tampoco hay Dios. Los de la segunda clase en cambio lo dicen tanto con sus obras como con la boca, pero más que nada lo dicen también con el corazón. Pues en realidad, no conocen a Dios como él es en verdad, sino que se lo modelan al gusto de ellos. Por esto tampoco prestan atención a lo que Dios dice ni tienen conocimiento de ello, sino que creen y afirman que ellos son los poseedores de la palabras de Dios, así que a quienes hay que escuchar es a ellos. Por lo tanto, estos hombres yerran con el corazón; y si oyen la voz de Dios, endurecen su corazón, como si no fuese la voz de Dios, y como si no fuese Dios el que está hablando. Y esto lo hacen porque la voz de Dios dice cosas que son contrarias a la opinión de ellos (opinión que parece tan justa, tan sabia, tan completamente llena de Dios), y así, por su mismo celo de Dios, su amor a la verdad y su excesivo conocimiento de Dios, llegan a decir: "No hay Dios". Creyendo poseer la verdad, la niegan, y afirmando ser sabios, se hicieron necios. Todo esto ocurre, en el plano moral, con todos los hombres orgullosos y convencidos de su propio saber, sobre todo en cuestiones que atañen a Dios y a la salud del alma. Pues aquí habla Dios, pero habla de una manera tal que ni la persona ni el lugar ni el tiempo ni la palabra le da a aquella gente engreída la impresión de que realmente es Dios el que habla a través de esta persona y en estas circunstancias. Y así resulta que tanto los incrédulos como los ignorantes se apartan de la palabra de Dios o se oponen a ella, y dicen, al menos en su corazón: "Aquí no hay Dios etc.". Pues sólo el humilde acepta la palabra de Dios.

“TODOS SE DESVIARON, A UNA SE HICIERON INÚTILES”

Estos "todos" son los hijos de los hombres que todavía no son hijos de Dios por medio de la fe y nacidos "de agua y del Espíritu Santo" (Jn. 3: 5). De éstos, algunos se desvían a la izquierda: son los esclavos del dinero, de los honores, de los placeres, de los poderes de este mundo. Otros en cambio se desvían a la derecha; éstos corren tras su propia justicia, virtud y sabiduría, sin interesarse para nada. En la justicia de Dios y la obediencia a Dios, y en su altivez espiritual combaten la verdad de Dios por considerarla demasiado humilde. Por esto se nos advierte en Proverbios 4:27: "No te desvíes a la derecha ni a la izquierda", a saber, del camino que está a la derecha; porque a esto sigue: "Porque el Señor conoce los caminos a la derecha; pero los que están a la izquierda son caminos del error". Pues "desviarse hacia la derecha del camino que tienes a tu derecha" significa creerse demasiado sabio y observar un comportamiento demasiado perfecto, etc. El término "a una" se lo toma aquí en sentido colectivo, como diciendo: todos se hicieron inútiles, son todos hombres vanos que corren tras vanidades. Muy merecidamente, los que sólo buscan cosas inútiles, se hacen inútiles ellos mismos; y se hacen vanos porque pierden su tiempo en vanidades. Así como llaman "ricos" a ciertas personas por las riquezas que poseen, así se llama "inútiles" a esa gente por las cosas inútiles de que están poseídas. ¿No es así que las cosas que amamos, nos imprimen su sello? San Agustín escribe: “cada uno es tal cual es el objeto que ama”. Pues el amor es un poder unificador, que hace del que ama y del objeto amado una sola cosa. Se los puede llamar "inútiles" también en otro sentido: porque son inútiles para Dios y para sí mismos. Pero mejor me parece el primer sentido; porque lo que el apóstol quiere demostrar es que el "hacerse inútiles" es la consecuencia de que estos hombres se desviaron de la verdad y justicia de Dios siguiendo sus propios caminos. Pero también se pueden entender estas tres expresiones como una especie de repetición para lograr un mayor énfasis: "No hay justo, ni aun uno" sería entonces lo mismo que '"Todos se desviaron"; y a su vez, "No hay quien entienda" tendría su equivalente en "A una se hicieron inútiles"; y finalmente, "No hay quien busque a Dios" sería sinónimo de No hay quien haga lo bueno (3: 12). De esta manera, "desviarse" viene a ser lo mismo que "tornarse injusto", y "hacerse inútil" es otra manera de decir "perder la capacidad intelectual para entender la verdad, y ponerse a pensar en vanidades". De ahí que en muchos pasajes se califique de "vanidad" el pensamiento de aquellas personas. Y si además se dice que "no hacen lo bueno", se recalca con ello que "no buscan a Dios". Pues aunque en apariencia practiquen el bien, no lo hacen de corazón, ni tampoco para buscar de esta manera a Dios; sino antes bien para buscar su propia gloria y beneficio, o al menos la liberación del castigo. Y así es que realmente no hacen el bien sino que (valga la expresión) se los hace hacer el bien, quiere decir: el temor al castigo y el amor a la recompensa los impulsa a hacer el bien que por libre decisión no harían. Pero los que buscan a Dios hacen lo bueno espontánea y gozosamente, sólo por amor a Dios, y no para posesionarse de algún bien terrenal, ya sea espiritual o material. Mas esto no es obra de la naturaleza humana, sino de la gracia divina.

FRAILE MARTÍN LUTERO

QUE TENGAN UN HERMOSO Y GRAN DÍA, QUE DIOS LOS SUPER BENDIGA EN TODO Y NUNCA DEJEN DE H.E.L.

OTRA LECCION PARA LA VIDA DE ALIENTO Y LA VIDA ESPIRITUAL

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