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JUSTIFICACIÓN Y LOS JUSTICIEROS

MARZO 2016 - TEMA "NUEVO NACIMIENTO"


EL PRÓXIMO COMPARTIR DE MARTÍN LUTERO ES TITULADO "JUSTIFICACIÓN Y LOS JUSTICIEROS" DISFRÚTENLO:


LA MAYOR NECESIDAD DEL CRISTIANO

JUSTIFICACIÓN


La Justicia de Dios se basa en la sola fe o confianza en Cristo. Por la fe, solamente, queda el hombre justificado sin ningún mérito propio. Dios GRATUITAMENTE lo reputa justo, deja de imputarle los pecados y le aplica los méritos de Cristo.


Podremos denominar entonces de “imputada” a esta justicia, es decir, no admite regeneración ni santificación por méritos del alma humana. Esta justicia se le reveló a Pablo, y la dio a entender en Romanos, después de demostrar la total imposibilidad de ser obtenida por méritos humanos en los primeros contextos de la epístola.


Una vez que Pablo demuestra la radical corrupción humana, se preguntarán algunos: ¿Cómo obtendrá entonces el hombre esa justificación y salvación? – Y dice Dios: No por las propias obras o el cumplimiento de la ley, suya o impuesta, sino reconociéndose siempre MUERTO en delitos y pecados en sí mismo, y confiando solamente en las promesas que le ha hecho el Dios misericordioso a través de los méritos de Cristo; porque así, Dios deja de imputarle los pecados y le reputa igual de justo que a Su primogénito. Porque, aunque nuestras obras sean malas, Dios ya no las reputará como tales, sino que sobre la fealdad de nuestro pecado extenderá el velo de la justicia de Cristo. Por eso necesitamos lo que se perdió en la caída del hombre y que Jesucristo conquistó y mejoró para nosotros: el espíritu o poder desde lo alto (pneuma hagion), que nos conecta de nuevo con el Padre y nos recubre de Su justicia.


Así pues, el hombre es simultáneamente justo y pecador: pecador en su vieja naturaleza muerta, y justo a los ojos de Dios.


En nada nos daña el ser pecadores con tal que creamos y deseemos ser justos. Pero el diablo, con mil artificios y maravillosas astucias, nos tiende asechanzas induciéndole a algunos la tibieza; es decir, haciéndoles creer que son justos por sus méritos y engañando a otros con supersticiones y singularidades de sectas para que, con soberbia, también desprecien la gracia y rechacen el pago que efectuó solo Jesucristo: el único sacrificio válido para Dios; y además, les apremian a que neciamente trabajen para ser puros y santos, y sean sin pecado; pero, cuando pecando se dejan sorprender de alguna cosa mala y se hallan en falta, de tal manera les atormentan sus conciencias y le aterrorizan con “el juicio de Dios”, que les hace caer en desesperación y de la presencia de Dios se apartan.


Conviene, pues, saber que todo hombre está muerto en delitos y pecados y agradecer la maravillosa imputación que Dios nos da en su gracia divina, la cual es gratuita.


Todos los hombres son siempre intrínsecamente pecadores, por eso su justificación y salvación tuvo que venir siempre de fuera, de arriba, de lo alto. Así que los hipócritas, que se creen intrínsecamente justos, lo creen por sus propios méritos; pero nosotros, los que a Dios creemos y amamos, somos extrínsecamente justos por la sola imputación de Dios. Y como esa imputación no depende de nosotros, tampoco de nuestras obras, méritos, o sacrificios.


LOS JUSTICIEROS


Con esta verdadera justicia, entonces, tenemos que revestirnos para enseñar a los que la contradicen con los méritos y obras de los hombres: los “justicieros”.


¿Quiénes son los justicieros? Los que, confiando en sus propias obras, procuran y afirman ser justos y santos por sí mismos, sin admitir para nada o mezclándola con la justicia que Dios que, de libre gracia, la otorga plenamente a todo aquel que cree. Los justicieros son aquellos que esperan ser premiados y coronados en sus sacrificios muertos, y no le dan valor al único sacrificio válido para la redención de sus vidas con Dios: al sacrificio de Jesucristo. Los justicieros son, los que siguen estrictamente la observancia regular, los que le dan toda la importancia a las obras externas, a los rituales y a lo ceremoniático.


Así, hasta hoy, los justicieros esperan alcanzar tanto más alto grado de salvación, cuanto más grandes sean las obras que hicieren; señal ciertísima de que son incrédulos, soberbios y despreciadores de la gracia; porque anhelan la magnitud de las acciones, emprenden y enseñan aquellas obras que los hombres estiman por grandes y que el vulgo admira. A eso miran los predicadores indoctos que seducen al pueblo rudo e ignorante; y lo que en sermones y lecciones solo inculcan al pueblo y ensalzan son: “Las grandes obras de los santos;” Y aquellos ignorantes que en vez de poner sus ojos en Dios los ponen en el hombre, oyendo y creyendo que eso es lo que tiene más valor en frente del Creador, también aspiran y suspiran después por imitarlos, para ganarse así también su salvación. Así descuidan ellos lo que Jesucristo logró para todos los hombres con su sacrificio No dándole gracias a Dios, sino intentando negociar con Él a través de sus propios méritos, en orden a ganarse aquella salvación. Por eso no se debe recomendar a nadie que se hagan cosas semejantes, sino que se revistan en todo de Cristo.


¡OH estultos y cochinos teólogos! - Yo me siento obligado a prestar al Señor este servicio de ladrar contra la religión de vuestra filosofía, y exhortaros al estudio y aplicación de la Sagrada Escritura.


Todo hereje y hombre soberbio incurre primero en ignorancia de la Verdad; y, si esto no le importa, ya cayó en el lazo. Abraza luego lo que le parece verdadero; ya está cazado, pues camina seguro, como si estuviese en la verdad y libre del lazo de la captura. Después, tropieza en todo lo que se le ofrece contrario a su opinión, y aparta su oído. Por fin, se indigna y defiende celosamente sus propias invenciones, persiguiendo, infamando y causando daño a quien con la Palabra divina le contradiga.


Pues aunque todo el mundo me condene por hereje, y aunque todos los teólogos y religiones discrepen de mi doctrina, yo estoy con la Verdad y con Cristo, no ellos; y con Cristo repito que todos los hombres vienen a este mundo muertos en delitos y pecados y que, por muy aparentes que luzcan sus obras, nada de bueno hay: ni en ellas ni en ellos: «La carne para nada aprovecha, solo el espíritu (que Dios otorga por gracia) es el que vivifica.» Lo dijo mi Señor Jesucristo.


La ley dice: Paga lo que debes; la buena nueva de la gracia: “Perdonados te son tus pecados.” El cumplimiento no justifica a nadie; solamente la fe en Cristo. - Mejor y más claro dicho: La ley no la podemos cumplir con nuestras obras, pero la cumplió Cristo por nosotros, y nuestra fe o confianza en Cristo debe ser firme y categórica.


MARTIN LUTERO - 1483 / 1546


QUE TENGAN UN HERMOSO Y GRAN DÍA, QUE DIOS LOS SUPER BENDIGA EN TODO Y NUNCA DEJEN DE H.E.L.

OTRA LECCION PARA LA VIDA DE ALIENTO Y LA VIDA ESPIRITUAL

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