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EL MOTIVO DE LA IGLESIA PARA EL SERVICIO

MAYO 2016 - TEMA "SERVICIO A DIOS"


EL PRÓXIMO COMPARTIR ES TITULADO “EL MOTIVO DE LA IGLESIA PARA EL SERVICIO" DISFRÚTENLO:

LA MAYOR NECESIDAD DEL CRISTIANO

“AMADO, AHORA SOMOS HIJOS DE DIOS, Y AUN NO SE HA MANIFESTADO LO QUE HEMOS DE SER; PERO SABEMOS QUE CUANDO ÉL SE MANIFIESTE SEREMOS SEMEJANTES A ÉL; PORQUE LO VEREMOS TAL COMO ÉL ES. Y TODO AQUEL QUE TIENE ESTA ESPERANZA EN ÉL, SE PURIFICA A SÍ MISMO, ASÍ COMO ÉL ES PURO”. – 1ª Juan 3:2, 3.


“Todo aquel que tiene esta esperanza”, y solamente mientras la tenemos somos purificados. Porque esta esperanza es la posesión peculiar del Hijo de Dios, quien sabe bien de “qué manera el amor el Padre ha sido derramado sobre nosotros”.

Entonces, observe, que esta esperanza, aunque sea la bendita posesión de los “Hijos de Dios”, no se centra en sí mismos, sino que se fija sobre otro. Las palabras “en Él” significan literalmente “sobre Él”, es decir, sobre Cristo. Por eso la versión R.V. la traduce “Todo aquel que tiene esta esperanza puesta sobre Él”. No es quien espera, que denota el simple hecho de esperar, sino que aquel que posee esta esperanza, la tiene como una permanente posesión, y centrada sobre Cristo como el glorioso objetivo. Entonces, su acción está siempre presente: esta esperanza lo “purifica”. Cuando lo “miramos a Él”, “seremos como Él es”, por tanto, si queremos ser iguales que Él ahora, debemos contemplarlo y estar ocupados con Él. “Él ES puro”. La pureza le pertenece a Él, y nuestra pureza se encuentra a través de ocuparnos con Él en la gloria. “He aquí, nosotros somos transformados en la misma imagen de gloria en gloria”. Aquí no cabe esfuerzo alguno, ni intentos ansiosos. Simplemente “mirándolo –contemplándolo– somos transformados”. Aquí se halla la Divina receta para ser conforme a la imagen de Cristo: Esto es lo que nos transforma y nos hace “iguales a Él”.

Ahora bien, nuestro texto nos establece este gran principio, que la venida de Cristo en gloria no es una mera doctrina a ser predicada; ni una mera teoría para ser mantenida; ni un mero dogma a ser creído, sino la más grande motivación para todo el verdadero servicio cristiano. Es una esperanza que se liga inseparablemente con todas las doctrinas, todas las ordenanzas, todos los preceptos y todas las prácticas.


Por ejemplo, nosotros deseamos “andar dignamente según la vocación a la que fuimos llamados”: deseamos también “andar dignos del Señor agradándole en todo”; llevar “fruto en toda buena obra”; y ser diligentes en todo servicio. Así que la cuestión es, ¿cómo vamos a cumplir todo esto? ¿”Qué debemos hacer” para alcanzar por fin este deseo?


¡El hombre, claro está (aún también el hombre espiritual), siempre está listo con sus variadas reglas para vivir con santidad! Porque es por naturaleza un fariseo, y está siempre listo “para hacer” algo. ¡Incluso cuando confiesa que ha sido “justificado por gracia”, le gustaría ser santificado por “obras”! Se olvida de que Dios “hizo de Él (Jesús), en nosotros, nuestra justificación y santificación”, y que nosotros no somos justificados sino por gracia y sin esfuerzo alguno, y que no somos abandonados para ser santificados en nosotros mismos por nuestros propios esfuerzos.


Verdaderamente, en esto – en las más altas cosas así como en las más bajas – en esto, como en todo lo demás, los pensamientos de Dios no son los pensamientos del hombre, ni sus caminos nuestros caminos (Isaías 55:8). El hombre dice que la fe es lo que producirá santidad en la vida; Dios dice que es la esperanza. ¡El hombre dice que es la fe en el poder de Cristo lo que me guarda si tan solo yo puedo mantener mi propia fe! Sin embargo Dios dice que es la “esperanza” en la venida por mí de Cristo, lo que me purificará, y esta bendita esperanza es la que Él me dio como mi permanente posesión.

En el mejor de los casos, todo esto no es más que lo que el hombre sustituye en vez de la divina receta de Dios. Pone de lado el verdadero camino e indica un camino falso; desprecia el único medio eficaz, y presenta medios inútiles; echa fuera la sustancia, y pone delante una sombra.


El camino que toma Dios haciendo que nuestro andar corresponda con nuestro “llamamiento santo”, es rellenarnos con la bendita esperanza de la venida de Cristo, y ocupándonos con Su gloria, para que “he aquí…seamos transformados”. El camino del hombre es ocuparnos con nosotros mismos: con nuestra vida espiritual, que debe ser profundizada; con nuestra fe, que debe ser incrementada; con nuestro andar, que tiene que ser perfeccionado. El camino de Dios es apuntarnos a la gloria de Cristo en el cielo; el camino del hombre es señalarnos el poder de Cristo en nosotros. Dios dice que la esperanza de la gloriosa venida nos purificará; el hombre dice que es el poder de la fe presente la que lo hará.


¡Oh! Queridos hermanos, ¡tened cuidado de cualquier doctrina que se os presente y os quite los ojos de Cristo! Tened cuidado de cualquier fase suya que ponga cualquier cosa, aunque sea diminuta, aunque sea plausible, aunque sea aparentemente buena, entre el corazón y Cristo. Tened cuidado de las edificaciones sobre las promesas, en vez de sobre El que promete; tened cuidado de estar ocupados con las bendiciones en vez de con Aquel que bendice. Si fuese la mera “bendición” el objetivo de nuestras vidas, lo más cierto es que no llegásemos nunca a obtenerla: pero teniendo al Bendito tenemos todo lo que El nos puede dar, y sus ricas bendiciones serán nuestras sin esfuerzo alguno.


Por eso, podrás observar, aquí, que no es la doctrina de la segunda venida de Cristo la que producirá nada en nosotros, sino que es Cristo quien viene, en quien nuestra purificante esperanza, se afirma.


Esto necesariamente mantiene el corazón en contacto con Cristo. Este contacto asegura nuestro “permanecer en Él” sin esfuerzo por permanecer. Este “permanecer” es la fuente y el origen de toda fructificación y obediencia (Juan 15:5). Por tanto, este es el poder de la esperanza. Incluso los budistas tienen un refrán, que dice: “si tú piensas en Buda y oras a Buda, te irás volviendo en Buda”. Por eso, aquel que mira y espera por el Hijo de Dios desde el Cielo, será como Enoc, el séptimo desde Adán. “Andará con Dios”, porque sabe que en cualquier momento puede de él decirse: “no está aquí, porque Dios se lo llevó.” Es muy fácil para un lector y pensador superficial declarar la equivocación de los apóstoles si aguardan al Señor en sus días. Pero no puede estar “equivocado” ninguno que se dé cuenta del poder y bendición de esta purificadora esperanza. Los apóstoles y primeros cristianos no estaban más equivocados que los santos que ayer, se fueron a dormir. Porque en su carácter cristiano estaban, igualmente, afirmados y fundados en tener su esperanza “puesta en Él”. Y seremos felices si somos como ellos, aguardando y mirando pacientemente Su Aparición.


DR. ETHELBERT WILLIAM BULLINGER - 1892


QUE TENGAN UN HERMOSO Y GRAN DÍA, QUE DIOS LOS SUPER BENDIGA EN TODO Y NUNCA DEJEN DE H.E.L.


OTRA LECCION PARA LA VIDA DE ALIENTO Y LA VIDA ESPIRITUAL

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